Érase una vez un pueblo en el que vivían unas familias. A la gente no le gustaba el dueño del pueblo porque imponía demaseadas leyes que no servía para proteger a la población sino que servía para que el dueño y los suyos ganasen dinero.
Así que un día, después de un espectáculo en la plaza del pueblo, los paísanos decidieron hacer la revolución. Muy rápidamente el dueño y sus soldados tuvieron que escaparse. Las familias decidieron entonces elegir un nuevo dueño que fuera mejor para ellos.
A partir de entonces la gente del pueblo vivió muy bien en su pequeño pueblo. A pesar de que hubiera habido guerras con otros pueblos, la gente, con su nuevo dueño, logró tener un mejor nivel de vida. El pueblo se convirtió en un centro económico grande dónde se venía de muy lejos para vender y comprar bienes.
Pero algún día un hombre se dió cuenta de que la gente del norte del pueblo hablaba diferentemente de la gente del sur. A partir de entonces, este hombre y sus amigos empezaron a decir que tenía que haber dos barrios diferentes con dueños de barrio, leyes de barrio, administraciones de barrio, comercios de barrio, escuelas de barrio...
Los viajeros que llegaban no entendían en absoluto porque tenían que elegir en que barrio vender. Ya que los compradores de un barrio no podían comprar en el otro. Poco a poco los vendedores se fueron a otros pueblos.
Es así que ahora el pueblo tiene dos barrios pero ya no tiene nada dentro de ellos.
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